Sonidos
Legimi
Cuando en 1912 la editorial Piper publicó Sonidos de Wassily Kandinsky (tirada única de 345 ejemplares), ni el editor ni el público sospechaban que esa obra con xilografías y poemas en prosa entraría en la historia de la literatura y del libro como un nexo entre épocas y estilos. Y es que Kandinsky hablaba de la conexión entre imagen y texto como una liberación, como un acto de superación de las limitaciones artísticas: "En el pasado, un artista era siempre mal visto cuando buscaba expresarse por escrito; como pintor, incluso tenías que comer con un pincel y fingir que el tenedor no existía". Así como Kandinsky se aleja gradualmente de la objetividad en su pintura, en Sonidos busca superar el significado convencional de las palabras –de una lengua que no le era materna– al explorar las posibilidades de uno nuevo, producto de la tensión entre el sonido y el ritmo. En Sobre lo espiritual en el arte, Kandinsky escribe: "Las palabras son sonidos interiores (...) El uso hábil de una palabra (de acuerdo con el sentimiento poético) –su repetición, dos o tres veces, internamente necesaria– puede llevarnos a cualidades espirituales de ella que no conocíamos". Con esta búsqueda del significado interior, "se abren grandes posibilidades para la literatura del futuro", porque el lenguaje finalmente romperá con sus limitaciones. Cuatro de las xilografías de Sonidos se realizaron en 1907, cuarenta y siete en 1911 y las cinco restantes en 1912. Durante ese período se volvieron cada vez más abstractas, aunque si prestamos atención, se pueden reconocer, en la mayoría, referencias a lo figurativo. No obstante, al igual que en los poemas, en los grabados, la narrativa se disuelve. Una vez más, se nos niega el acceso a la obra en términos de familiaridad y nos vemos obligados a experimentar con formas de construcción de sentido. Se trata de un proceso complejo que involucra la experimentación, el compromiso e incluso el rechazo: tanto el texto como las imágenes pueden atraer y expulsar al lector.
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