Muchos matrimonios
Legimi
F. Scott Fitzgerald definió Muchos matrimonios una de las mejores novelas de Sherwood Anderson El libro abraza la tesis del fracaso de la institución del matrimonio, es decir de la monogamia. Por esta razón fue vetado en muchas librerías de Estados Unidos y de Inglaterra y creó no pocos problemas a su editor. A pesar de ello Fitzgerald afirmó que no se trataba de un libro inmoral sino de un libro ferozmente antisocial. El mismo Anderson adelantó que al libro se le acusaría de inmoralidad, pero solo porque investigaba en la dirección de una liberación física y mental del ser humano. La novela puede parecer como la simple historia de un adulterio hasta puede parecer de lo más obvio: el jefe con su secretaria, pero la reflexión de Anderson despojada de inhibición, es mucho más profunda y mística, quiere ahondar en la esencia del hombre para entender cuáles fuerzas interiores, a veces inevitables, lo mueven a través de las convenciones sociales. Una reflexión interesante sobre las relaciones sentimentales y resueltamente moderna para la época en la que fue publicada SOBRE EL AUTOR Sherwood Anderson (1876-1941), es considerado por muchos el padre de la literatura norteamericana moderna, ha brillado en la forma de la short story. Muy conocido por el gran público gracias a Winesburg, Ohio, una recopilación de relatos que ejerció una profunda influencia en la narrativa norteamericana. Su estilo sirvió de modelo y se puede vislumbrar detrás de muchos autores de la talla de Ernest Hemingway, William Faulkner, Thomas Wolfe, John Steinbeck. EXTRACTO Un hombre llamado Webster vivía en una ciudad de veinticinco mil habitantes en el estado de Wisconsin. Tenía una esposa llamada Mary y una hija llamada Jane, y él mismo era un próspero fabricante de lavadoras. Cuando el asunto sobre el que voy a escribir ocurrió, él rondaba los treinta y siete o los treinta y ocho, y su única hija tenía diecisiete. No será necesario hablar de los detalles de su vida previos al punto en el que una cierta revolución se desató en su interior. No obstante, era un hombre más bien tranquilo, inclinado a tener ensoñaciones que intentaba ahuyentar de su interior con objeto de funcionar como fabricante de lavadoras; y, sin duda, en momentos inesperados, cuando estaba en el tren, con destino a algún lugar, o quizás los domingos por la tarde, en verano, cuando iba solo a la oficina desierta de la fábrica y permanecía sentado varias horas mirando por la ventana a lo largo de los raíles del tren, daba rienda suelta a sus sueños.
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