Memoria de dos lluvias
Legimi
La lluvia del comienzo no es la misma que la del final. Entre el jardín con caracoles de la infancia, y el viejo barrio con los vecinos que sacan la silla a la vereda, hoy convertido en nido de narcotraficantes, se extiende el territorio de una vida llena de acontecimientos, algunos sorprendentes. El que un joven fervoroso descubra las tablas y resuelva consagrarles todas sus fuerzas forma parte, si no de lo habitual, al menos de lo esperable. El actor ya maduro reflexiona acerca de su oficio, fantasea con el legado de Shakespeare, medita sobre la ambición y sobre la frustración que inevitablemente la acompaña, se conmueve ante los pequeños y grandes personajes, entre pícaros y enternecedores, que deambulan por ese otro barrio que es el teatro. La meditación sobre la grandeza y decadencia del arte al que se ha dedicado se torna meditación sobre el tiempo. La sabiduría ha llegado. Pero lo inesperado llega también, y por carriles extraños. Al avanzar en años, el comediante se transforma en otro. Nada de raro tendría, puesto que representar papeles significa meterse en la piel ajena. Este, sin embargo, es un caso especial: ¿quién habría imaginado que el protagonista, abierto o secreto, de estas historias jugosas, poéticas y melancólicas, adoptaría un turbador parecido con Papá Noel, y que grandes y chicos, en cada Navidad, se quedarían con los ojos redondos al verlo aparecer? No es sencillo saberse el sosías de un ser legendario, y quizás no tan imaginario como parece, que despierta risa y cariño. El hombre de teatro se encuentra ante una encrucijada con tres caminos: o trata de borrar la semejanza, o se limita a instrumentarla "haciendo de Papá Noel" en alguna fiesta, o profundiza en ella hasta convertirla en destino. El camino elegido es el tercero. De ahí la originalidad y la gracia de estos cuentos, basados en una experiencia real, donde el autor nos muestra los alcances de su elección: hacerse cargo de su aspecto es negarse a desengañar a quienes creen en él, suscitar la esperanza de los otros es volverla suya, representar al hombre redondo y bondadoso vestido de rojo es perder alegremente los límites entre la propia identidad y la del distribuidor de sueños y regalos. "Memoria de dos lluvias' contiene una enseñanza que se resume en una palabra cargada de dolor, de amor, de rebeldía, una palabra que Rilke colocaba por encima de todas las otras: aceptación. Alicia Dujovne Ortiz
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