Conmigo no hai cuartel
Legimi
Transcurría el año 1851. En la colonia de Punta Arenas convivían colonos y criminales, junto a un grupo de confinados por sublevación política. No había rejas para encerrarlos, pero sí una inmensidad que se perdía en el horizonte. Una noche de primavera estalló el motín, aunque no fueron los sentenciados quienes lo encabezaron, sino un teniente del Ejército, Miguel José Cambiazo, que fusiló, ahorcó y quemó a sus enemigos, entre ellos al gobernador de la colonia don Benjamín Muñoz Gamero. En el grupo de los amotinados deambula un hombre silencioso, don Nicanor García, teniente de los Cívicos, quien participó en la revuelta con más angustia que satisfacción, y por ello se transformó en un testigo privilegiado.
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